Gametos y reproducción sexual
La reproducción sexual implica la singamia o fecundación, o sea la fusión de gametos masculinos y femeninos para producir un cigoto, que al desarrollarse formará un embrión y éste a su vez un nuevo individuo. Su importancia se debe a que en el cigoto se combinan caracteres paternos y maternos, resultando diferente genéticamente a cada uno de los padres, situación distinta a la observada en la reproducción asexuada, donde los descendientes son clones de los progenitores. En cambio, la reproducción sexual permite la variación por recombinación genética, lo que facilita la selección natural (no se puede seleccionar a partir de una población clonal – individuos genéticamente idénticos).
La reproducción sexual siempre involucra dos hechos: fecundación y meiosis. La fecundación es el medio por el cual las dotaciones genéticas de ambos progenitores se reúnen y forman una nueva identidad genética, la de la progenie. La meiosis es un tipo especial de división nuclear en el que se redistribuyen los cromosomas y se producen células especializadas (gametos) que tienen un número haploide de cromosomas (n). La fecundación restablece el número diploide (2n) de la especie. Es importante tener claro, que la reproducción sexual no podría existir sin meiosis. ¿Qué ocurriría si los gametos de individuos diploides se formaran por división celular mitótica?
Cada una de las células haploides (gametos) producidas por meiosis contiene un juego único de cromosomas (los gametos no poseen cromosomas homólogos los cuales presentan recombinaciones genéticas propias y diferentes de la de otros gametos del individuo. Esto es consecuencia del entrecruzamiento o crossing-over y a la permutación cromosómica o distribución independiente de los cromosomas homólogos. De esta manera, la meiosis constituye una fuente de variabilidad en la descendencia (Figura 1).